domingo, 6 de diciembre de 2009

MEMORIA

"El hecho era que, pese a la continua vigilancia de sus iguales, se las había arreglado , a saber cómo, para esfumarse. Nunca volverían a verlo, ni en la corte mogol ni en ningún lugar de Sikri ni en ningún lugar de todo el territorio indostaní. Las aguas no depositaron su cuerpo en las orillas del lago, ni se le encontró colgado de una viga. Sencillamente había desaparecido, como si jamás hubiese existido, y todos los cuadros de la serie Qara-Köz-Nama se habían esfumado con él, salvo este último, en el que la señora Ojos Negros, incluso más hermosa de lo que Dashwanth había conseguido retratarla antes, se encontraba cara a cara con el hombre que sería su destino. El misterio fue resuelto inevitablemente por Birbal. Una semana después de la desaparición de Dashwanth, el más sabio de los cortesanos de Akbar, que había estado escrutando la superficie de la última y única pintura que se conservaba de la princesa oculta con la esperanza de hallar alguna pista, advirtió un extraño detalle técnico en el que hasta entonces nadie había reparado. Daba la impresión de que la pintura no acababa en la orla con que Dashwanth la había encuadrado, sino que, al menos en el ángulo inferior izquierdo, seguía por un trecho debajo de este ornado marco de cinco centímetros de anchura. El cuadro fue devuelto al obrador -el propio emperador lo acompañó, junto con Birbal y Abu Fazl-, y bajo la supervisión de los dos maestros persas, la cenefa pintada se separó del cuerpo central de la obra. Cuando la sección oculta de la pintura se reveló, los espectadores prorrumpieron en exclamaciones de asombro, ya que allí, agazapado como un pequeño sapo, con un gran haz de pergaminos bajo el brazo, estaba el gran pintor Dsahwanth, el artista del grafito, Dashwanth, el hijo del portador del palanquín y el ladrón de la serie Qara-Köz-Nama, Dashwanth, incorporado al único mundo en el que ahora creía, el mundo de la princesa oculta, a quien él había creado y quien luego lo había descreado a él. Había realizado una hazaña increíble que era justo la opuesta a la alcanzada por el emperador cuando concibió a su reina imaginaria. En lugar de dar vida a una mujer de fantasía, Dashwanth se había convertido él mismo en un ser imaginario, impulsado (como había sido impulsado el emperador) por la arrolladora fuerza del amor. Si la frontera entre los mundos podía cruzarse en una dirección, comprendió Akbar, podía cruzarse también en la otra. Un soñador podía convertirse también en su sueño.
-Añadid de nuevo la cenefa -ordenó Akbar-, y permitamos al pobre hombre disfrutar de cierta paz.
Una vez hecho esto, dejaron que la historia de Dashwanth permaneciera en el lugar que le correspondía: los márgenes de la historia. En el centro de la escena estaban, frente a frente, la protagonista redescubierta y su nuevo amante: la princesa oculta, señora Ojos Negros o Qara-Köz o Angelica, y el sha de Persia."

Salman Rushdie, La encantadora de Florencia.

Diseño del cartel por Lucio Gat.

MEMORIA: EXPOSICIÓN COLECTIVA